A Tuesday Blog

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¨No son los golpes ni las caídas que hacen fracasar al hombre, sino su falta de voluntad para levantarse y seguir adelante¨

domingo, 21 de agosto de 2011

Cirque Éloize: Imposible describir con Palabras




Como parte del equipo que está manejando las Relaciones Públicas del Cirque Éloize me tocó absorber todo acerca del circo, su éxito y trayectoria. Leí críticas, las cuales fueron todas buenas, y me empapé de todo lo que es el Circo Éloize en definición: un circo contemporáneo que mezclan danza, teatro, canto y acrobacias; Sin embargo, nada de lo que leí o escuché le hace justicia. Este espectáculo es casi imposible de describir con palabras, es pura poesía que hay que ver, vivir, SENTIR.
Una frase quedó clavada en mi memoria: “La lluvia es como la felicidad llega de repente, nos empapa, pero también puede irse inesperadamente”.
No he dejado de pensar en lo acertada de esta analogía, cuando la felicidad nos llega, nos envuelve, nos empapa de una manera penetrante, nos da esa alegría, ese sentido de libertad, igual que aquellos días cuando nos mojábamos en la lluvia.

martes, 9 de agosto de 2011

Fertilización in Vitro

“…Pase demasiado tiempo enfocada en mi trabajo, con los hombres equivocados. Fumé cuando tenía 20 años, preferí el vino tinto al agua. Comí demasiado chocolate blanco. Sé todo lo malo que he hecho”.

“…pensé que tenía tiempo de sobra para que la naturaleza hiciese su trabajo, cuando no fue así”.

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“…Muchas mujeres siguen escuchando a sus jefes en vez de a sus ginecólogos e instintos. Confían en que los 30 son una buena década para procrear, pero no es así”

“…Muchas mujeres siguen escuchando a sus jefes en vez de a sus ginecólogos e instintos. Confían en que los 30 son una buena década para procrear, pero no es así”

Son palabras de Holly Finn, directora de comunicación de Skoll Foundation, leí su testimonio en días pasados y no solo me motivó, me hizo reflexionar bastante sobre el rol de las mujeres y que, a diferencias de los hombres tenemos que elegir entre una vida profesional o procrear nuestra familiar. Hoy día somos muchas (y me incluyo en el paquete) las mujeres que preferimos alcanzar nuestras metas profesionales a familiares, pero ¿Qué pasa si nuestro reloj biológico nos toca las puertas?...

Testimonio de una mujer con tratamiento de fertilización in vitro en proceso.

“Guardo una pequeña foto en blanco y negro de un ultrasonido, como las que reciben las parejas después de ver su feto por primera vez. Sólo que la mía muestra un espacio vacío con siete círculos negros pequeños: son los óvulos que nunca se convirtieron en bebes”….

“Cuando somos jóvenes nos enseñan una y otra vez que no debemos quedar embarazada. Ahora no podemos hacerlo. Pero no tengo 42 años y ningún hijo por casualidad. Pase demasiado tiempo enfocada en mi trabajo, con los hombres equivocados. Fumé cuando tenía 20 años, preferí el vino tinto al agua. Comí demasiado chocolate blanco. Sé todo lo malo que he hecho”...

Empecé el tratamiento cuando tenía 39 años. Hoy tengo 42. Aun así, me siento afortunada. A diferencia de muchas personas, tengo los recursos, aunque no eternos, para pagarlo. Elegir tener un bebé, para la mayoría de las personas, es una decisión seria. Igual, la postergación arrogante de las mujeres que acudimos a la medicina reproductiva —tendremos hijos cuando estemos listas— hoy nos coloca en un dilema.

Pero he aquí el sentimiento de culpa. En la primera mitad de mis 30, tomé una vez la píldora del día siguiente. Mi novio de ese entonces me dijo que no le molestaría tener un bebé. Me gustaría haberlo escuchado, realmente escuchado.

Una vez un amigo me dijo que nunca había contratado a una prostituta. "Es eficiente pero hay algo triste en no poder conseguirlo gratis". Conseguir un donante de esperma se siente parecido, al menos al principio. Durante meses antes de iniciar la FIV, me sentaba en frente de mi computadora, buscaba bancos de esperma y me levantaba de inmediato.

Nunca quise estar con un hombre sólo para tener hijos. Y creo en las almas gemelas. Entonces, ¿por qué terminé buscando un banco de esperma? ¿Es el castigo por tanto romanticismo, tener que hacer lo menos romántico del mundo? Como muchos, confié en que el matrimonio y los hijos se darían naturalmente. Entretanto viví mi vida. Quería aventuras. No quería establecerme a los 25 años. Sólo que no imaginé que el costo sería tan alto y cuánto tendría que luchar para pagarlo.

En enero de 2010, decidí empezar la FIV por primera vez y cuando se lo conté a mi novio de entonces me dijo que le gustaría participar. El día antes de la cita, regresé a casa y no lo encontré. Luego me dijo que quería tener cuatro hijos y que pensaba que yo sólo podría darle uno o dos.

Unos días después de una transferencia de embriones fallida, acepté ir a una cena porque sabía que necesitaba distraerme. Me senté junto a una mujer que acababa de tener a su cuarto hijo y cuando me preguntó qué era de mi vida, le conté que me había hecho una FIV. En un susurro me reveló que así era cómo, después de varios intentos, había tenido a su hijo. Entiendo por qué hombres y mujeres prefieren no revelar esta información. Pero guardar silencio nos pone un velo a muchas otras mujeres. Si hubiera llegado a esa cena con unos años menos de edad e igual hubiera compartido la mesa con la madre de cuatro hijos, habría salido pensando que tenía tiempo de sobra para que la naturaleza hiciese su trabajo, cuando no es así.

Creo que la mayoría de las mujeres se sienten amordazadas, incapaces de hablar francamente sobre esto. Cualquiera sea la causa, la comunicación sincera sobre fertilidad ha sido silenciada.

Muchas mujeres siguen escuchando a sus jefes en vez de a sus ginecólogos e instintos. Confían en que los 30 son una buena década para procrear. Y es verdad, si son afortunadas. Pero, ¿preferirían tener hijos ahora y de manera natural o más adelante, con medicinas, cirugías y pagando miles de dólares?

Lo primero que le diría a mujeres de entre 26 y 34 años es: Empiecen a tener bebés. Sé que no es amable ni gracioso. Pero no quiero que pasen por lo que estoy atravesando yo.

Soy culpable de aquel pensamiento convencional de que tener esposo es lo que hace que una esté lista para un hijo. Pero como prueba de potencial maternal ahora creo que hay algo mejor: la FIV. Los tratamientos te quiebran y te levantan, te fuerzan a recordar los verdaderos motivos por los que quieres traer a otro ser humano a este mundo.

El anhelo de un hijo no se diluye cuando tenerlo se convierte en una lucha. Es una la que se vuelve más débil. Aun así, no estoy lista para aceptar vivir sin hijos.

Luego de un procedimiento fallido reciente —sólo dos óvulos y ninguno fertilizado—, reconsideré mis decisiones y doctores.

Fui donde el doctor S y le pregunté de frente: ¿Una persona cuerda lo intentaría otra vez? Me respondió que sí, pero agregó que ahora me daba menos de 5% de probabilidades de concebir, de entre 10% y 15% cuando empecé el tratamiento. Y sugirió un donante de óvulos. Eso es un código para "se acabó el tiempo". La tasa de éxito con óvulos donados es de 80% en la primera transferencia. Podría considerar esa opción si tuviese a un hombre al que me encantaría darle un hijo, pero en este momento estaría uniendo una pareja de extraños en mi vientre. Me resisto a tener el hijo de otra persona.

Para que las drogas de la FIV funcionen debo administrármelas todos los días a la misma hora. Me he inyectado furtivamente en mi oficina, en restaurantes y en mi auto. En más de dos años de tratamiento, me he acostumbrado a esa práctica sigilosa. Es parte de mi vida.

Aquí hay otro dato: siendo una mujer soltera de 42 años, las probabilidades de quedar embarazada son visiblemente reducidas. Para una mujer de mi edad, según la Asociación Estadounidense de Embarazos, las probabilidades de tener un bebé mediante FIV son de entre 6% y 10%. El número desciende con cada intento fallido, de modo que mis perspectivas son todavía menores.

Tener 40 años es ingresar en la edad de los "nunca". Es la década en que se cierran puertas para nunca volver a abrirse, aunque las empujes. Quizá sea por eso que la FIV es tan difícil. Podría ser mi oportunidad de tener el bebé que siempre quise. O podría ser mi primer "nunca" real, y posiblemente el peor: nunca tener un hijo.

Cada vez que voy a la clínica en Colorado llevo conmigo un pequeño suéter color crema de cachemira. Lo compré hace años en Londres mientras elegía regalos para los hijos de mis amigas fértiles. Lo guardé para mí, con esperanza. Ahora, cuando imagino que quizá tenga para siempre el suéter y nunca el bebé, debo sentarme. Más allá de los errores que cometí, éste es un precio demasiado brutal a pagar.

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Me pregunto ¿Cuántas más se quedarán sólo con su suéter color crema?